Mi esposa

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Aniversario 22. Les comparto:

Una parte de la obra perteneciente al LIBRO “Sandalia de Mujer”, disponible en https://acmalbertocarrillo.com/obra-literaria/

Este cuento está dedicado a Fer (mi esposa).

“Mi esposa

Ahora ya es demasiado fácil prever los resultados de una operación que empezamos con los ojos venda­dos y muy enamorados, pero lo bueno fue que no perdí tanto tiempo y en pocos meses me la robé tirando las llaves de los candados.

Recuerdo que apenas caminamos y un día ya nos encon­trábamos en nuestra boda súper enlodados, y del miedo los músicos mejor se retiraron, pero con un tocadiscos de su tío, qué bien nos la pasamos.

Así fue que con los muebles prestados de mi hermana, llegamos a nuestra primera casa, en la que lo mejor fue que tardamos algunos años en que a nuestras niñas las trajera la mudanza.

Desde que supimos que ya venía Valentina, decidimos que era el tiempo de ella para dejar la oficina, sin que eso haya sido una actitud egoísta o que se quedara aislada en una serpentina, pues yo solo quería que todo su tiempo disfrutara acariciando a su nena en su vientre.

Ya una vez nacida, fue un milagro que ese día me dejaran pasar a bañarla en su tina, pues creo que las enfermeras del cunero se apiadaron de cómo la veía este pobre cor­dero, y así fue como por años creamos en ese espacio un lugar donde siempre jugamos.

Después con Isabela, no corrí con esa suerte aunque traté de demostrarles que ya tenía los conocimientos suficientes, pero igualmente por años ahí jugamos hasta que ya no tuve que cargarlas abrazadas para que les cayera el agua del chorro caliente, pues su altura llegó a ser la suficiente.

Al poco tiempo de nacida Isa, nos cambiamos junto con Vale a una tierra en que teníamos una pequeña área construida, donde lo más difícil fue llegar sin las ventanas construidas, por lo que tuvimos que dormir en una cama todos acurrucados para protegerlas del frío que te dejaba las orejas tiesas como dados.

En ese lugar, de tierra, ella fue capaz de seguir tejiendo con anhelo, el mejor tesoro digno de incautar y no hablo del diseño, los muros o los muebles, sino del hogar que despierto te hace soñar y que sufres al dejar, pero que al regresar hasta tus huesos se acomodan en su lugar.

Nunca imaginaría que pasando aquel portón, te en­cuentras en otra dimensión, en la que tu mente se relaja junto con tu corazón, y en ese momento entiendes el ambiente de un hogar, pues aunque son cinco letras hay quienes nunca las completan, aunque logren tener las mejores herramientas.

Una vez escuché que algunos alcanzaron el éxito al llegar a la cima, pero me quedo pensando si en realidad en su hogar tienen este clima, y recuerdo feliz que mi cortina tapa lo que se avecina, sin necesidad de verificar si es verdadera la altura de aquella cima.

Tampoco recuerdo bien si alguien me lo dijo o lo leí en un acertijo, pero se los repito a nuestras nenas todos los días, y es que no hagan depender solo su felicidad de buscar a su media naranja, porque la verdad es que lo que ellas vieron como cualquier granja, es muy difícil que lo­gres haciendo solo una zanja, por lo cual, aun cuando la mires de lejos es mejor que traces tu franja, porque elegir incorrectamente mal aquella naranja, hará que pierdas tu balanza, pero, de lo contrario, si ella llega sola, encende­rás la mejor maquinaria sin necesidad de una palanca.

Creo que si Fer hubiera concursado por haberme aguan­tado, seguro que tenía el primer lugar a nivel nacional asegurado, porque aunque no tengo algún vicio, sé que sufrió demasiado con su obsesivo.

Lo único que lamento es que en un momento las niñas la trataron con mucho desprecio, por cosas que son tan insignificantes que no pierdo el tiempo en explicarles, pero creo que hasta que lleguen a grandes comprende­rán el milagro de encontrarles a la mejor mamá, que tu­viera el corazón tan grande para lucir siempre radiante y fuera tan formidable para tan solo con un beso de su aliento, te creara un impermeable para soportar cual­quier viento.

Bueno, en esta parte pequeña, solo me resta describirla como un fuego interminable en la leña, que si la miras cuando despiertas, piensas que estás en las estrellas y terminas perdido en aquellos ojos que son más grandes que cualquiera de los planetas.

El Faco”.

Obra literaria

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